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Genealogia del sujeto

 

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PAUL RABINOW, HUBERT DREYFUS. "MICHEL FOUCAULT, MAS ALLA DEL ESTRUCTURALISMO Y LA  HERMENEUTICA".

La genealogía del individuo moderno como sujeto.

Paul Rabinow-Hubert Dreyfus.

Traduccion de Fabio A. Marulanda V.

 

        Foucault como genealogista plantea el asunto de la sexualidad en términos estrictamente históricos; la sexualidad es una construcción histórica, no un simple referente biologico.

Él cuestiona la generalmente aceptada noción acerca del sexo como la esencia fundamental, como un impulso salvaje, para mostrarnos que este concepto también surgió en un particular discurso histórico sobre la sexualidad. Él es cauteloso de relacionar sus propias palabras y el significado de sus análisis al curso de los cambios normativos acerca del cuerpo y sus deseos: “Nosotros hemos tenido sexualidad desde el siglo XVIII, y sexo desde el siglo XIX. Lo que nosotros tuvimos antes fue, sin ninguna duda, la carne.” [1]

            Durante los siglos XVIII y XIX, especialmente el XIX, la sexualidad fue un objeto de investigacion científica, control administrativo, y, preocupación social. Para los médicos, los reformadores y los científicos sociales, ésta parecía provéer la clave sobre la salud del individiduo, su patología y su identidad. Ésta formaba parte de la elaboración de unos nuevos símbolos sobre la sexualidad que los burgueses demarcaron, ellos mismos, desde el noble código de “sangre” y desde las clases trabajadoras, cargadas de diferentes peligros sexuales. En los términos de Foucault, la sexualidad surge como un componente central en unas estrategias de poder las cuales éxitosamente vincularon a ambos, al individuo y a la población hacia el despliegue del Bio-poder

            La tesis de Foucault es que la sexualidad fue inventada como un instrumento-efecto en el despliegue del Bio-poder. Él en realidad no cuestiona las aceptadas cronologías históricas, en las cuales se vió un cambio en el siglo XVIII y especialmente en el siglo XIX, de una sexualidad que es relativamente libre, una diferenciada parte de la vida cotidiana, a una que es controlada y reservada.

            Su opinión es que con éstos controles, allí se presentó un dramático aumento, sin precedentes, de discusiones, escritos y pensamientos acerca del sexo. Más bien que ver los siglos anteriores como una historia del crecimiento de la represión de la sexualidad, Foucault sugiere un crecimiento canalizado, “un regulado y polimorfo incitamiento al discurso” [2] Éste discurso planteó al sexo como un impulso tan poderoso y tan irracional que las dramáticas formas de auto-examinación del individuo y el control colectivo fueron imperantes para conservar estas fuerzas amarradas.

            Durante el despliegue de la sexualidad, el Bio-poder extiende su red hacia las más pequeñas contracciones del cuerpo y hacia las más mínimas conmociones del alma. Se hizo esto para la construcción de una específica tecnología: la confesión del sujeto individual en ambos lados, en la autoreflexión o en el discurso.

Fue a través de la tecnología de la confesión, que varios de los factores que nosotros hemos encontrado en nuestros análisis del Bio-poder —el cuerpo, el conocimiento, y el poder— fueron traídos hacia una común localización. Hablando en términos generales, ésta tecnología se aplicó primero a los burgueses, exactamente como una tecnología disciplinaria, hablando en términos generales, tuvo su desarrollo como un medio de control para las clases trabajadoras y para el subproletariado. (En ambos casos ésta simplificacion podría ser tomada heurísticamente). En la genealogía del sujeto moderno Foucault está yuxtaponiendo las tecnologías del sujeto y de la subjetivación a sus primeros análisis de las tecnologías del objeto y la objetivación.

            Foucault analiza la particular tecnología y el discurso del sujeto envuelto en la confesión, exactamente como él ha analizado aquellas tecnologías que dependen de la disciplina. Él localiza a ambas dentro de un cuadro general de interpretación, ese del Bio-poder. Por lo tanto es importante tener presente que él no vió la identidad sexual o la liberación sexual como intrínsicamente libre de la dominación o necesariamente opuesta a la domininación dentro de nuestra sociedad. Él ha sido frecuentemente mal interpretado en éste aspecto, particularmente por aquellos quienes reivindican que los movimientos de liberacion sexual están necesariamente vinculados a una “profunda” resistencia política a las corrientes formas de poder. Ésto es totalmente contrario para Foucault, quien argumenta que las formas de dominación, aquellas que están relacionadas con una identidad sexual, son en efecto una característica de reciente desarrollo en nuestra sociedad y por esta razón son muy difíciles de identificar. Foucault argumenta que la represión por si misma no es la mayor genral forma de dominación. En efecto, la creencia de que uno estas resistiendo a la represión, sea por el auto-conocimiento o por decir la verdad, apoyando la dominación, con ésto se oculta el funcionamiento real del poder.

 

SEXO Y BIO-PODER

        La histórica construcción de la sexualidad, que es como una característica discursiva conectada a los discursos y a las prácticas del poder, se consolidó a comienzos del siglo XVIII. Una “incitación técnica para hablar acerca del sexo” se desarrolló como un complemento a la preocupación administrativa por la asistencia social de la población. Empíricamente, las clasificaciones científicas de la actividad sexual fueron puestas, en efecto, en el contexto de una preocupación por la vida. En el primer período éstas clasificaciones estuvieron todavía en la sombra de los tempranos discursos religiosos, los cuales vincularon a la carne, al pecado, y a la moral Cristiana. Pero gradualmente los demógrafos y los administradores de policia comenzaron a explorar empíricamente tales temas como la prostitución, las estadísticas sobre la población y el desarrollo de la enfermedad.

“El sexo no fue una cosa simplemente para juzgar; éste fue una cosa administrada. Éste estaba en la naturaleza de un potencial público; éste influyó en los procedimientos administrativos; éste ha sido tenido en cuenta para los análisis de los discursos. En el siglo XVIII, el sexo fue un asunto de policia.” [3]

            El gran interés por los estudios estadísticos sobre la población pueden servir como un ejemplo. Durante el siglo XVIII la demografía y sus campos asociados fueron gradualmente conformados en disciplinas. Administradores como nosotros hemos visto, aprovecharon la población como una cosa para ser conocida, controlada, cuidada, para hacer florecer: “fue necesario analizar los índices de natalidad, las edades al contraer matrimonio, la legitimidad y la ilegitimidad de los nacidos, la precocidad y la frecuencia de las relaciones sexuales, las formas de hacersen ellos estériles o fértiles; los efectos en la vida de los solteros o de las prohibiciones, los impactos de las prácticas contraceptivas.” [4] A través de los informes generales de los pietistas, acerca de la importancia de la población, los administradores franceses en el siglo XVIII gradualmente comenzaron a instituir procedimientos de intervención en la vida sexual de la población. Comenzando desde éstos aspectos políticos-económicos, el sexo se volvió un tema que comprometía a ambos, al Estado y al individuo.

            Durante el siglo XVIII el vínculo de la sexualidad y el poder ha girado en torno a los aspectos de la población. En los comienzos del siglo XIX un importante cambio ocurrió; una refundición de los discursos acerca de la sexualidad se empleó en los términos médicos. Fue éste cambio el cual desencadenó una explosión de los discursos sobre la sexualidad por todas partes de la sociedad burguesa. La clave para lograr este objetivo, fue la separación de una medicina del sexo de la medicina del cuerpo, una separación fundamentada sobre la division de “un instinto sexual capaz de presentar anomalías constitutivas, adquirir desviaciones, debilidades de la edad, o procesos patológicos.” [5] A través de estas “científicas” rupturas la sexualidad fue vinculada a una poderosa forma de conocimiento y estableció un vínculo entre el individuo, el grupo, la norma y la autoridad.

            Aquí Foucault contrasta sexo y sexualidad. Sexo es un asunto familiar. “Se podría asegurar, sin ninguna duda, que las relaciones de sexo se levantaron en cada sociedad hacia un despliegue de alianzas” [6] Ya muy al final del siglo XVIII la mayoría de los códigos de las leyes en Occidente se centraron sobre este despliegue de alianzas: un particular discurso acerca del sexo con el fín de articular lo religioso a la legal obligación del matrimonio junto con los códigos para la transmisión de la propiedad y los vínculos con el parentesco.

Éstos vínculos crearon estatus, permitieron y prohibieron acciones, y constituyeron un sistema social. A traves de la alianza entre el matrimonio y la procreación se ató el intercambio y el traspaso de la riqueza, la propiedad y el poder.

            La forma histórica del discurso y las prácticas con la que Foucault rotula la “sexualidad” conduce a un desligamiento del sexo de la alianza. La sexualidad es un problema individual: se relaciona con los placeres privados y ocultos, peligrosos excesos para el cuerpo, fantasías secretas; ésto llegó a ser visto como la esencia principal de los individuales seres humanos y el centro de su identidad personal. Ésto hizó posible el conocimiento de los secretos del cuerpo y de la mente de cada uno, a través de la mediación de médicos, psiquiátras y otros a quienes uno confesaba sus pensamientos privados y prácticas. Ésta personalización, medicalización y significancia del sexo, la cual ocurrió en un momento histórico particular es, en los términos de Foucault, el despliegue de la sexualidad.

            Dentro de la difusión generalizada de la producción y proliferación de discursos sobre la sexualidad, Foucault separa cuatro “grandes unidades estratégicas” en las cuales el poder y el conocimiento combinan mecanismos específicos construídos en torno a la sexualidad. Cada una de las estrategias en el despliegue de la sexualidad comenzaron separadamente de las otras, y cada una fue al principio relativamente dividida. Los detalles se encuentran en los prometedores volumenes de la “Historia de la Sexualidad;” no obstante, los principales temas claramente se relacionan con la interpretación del Bio-poder que nosotros hemos estado desarrollando.

            Primero, una histeriquización de los cuerpos de las mujeres. El cuerpo de la mujer fue analizado como si hubiera sido completamente saturado con la sexualidad. A través de éste “avance” médico el cuerpo de la mujer podría ser separado “por medio de una patología intrínseca a éste” y localizado “en una comunicación orgánica con el cuerpo social (quienes regulaban la fecundidad y estaban supuestos a asegurarla).” [7] Todos los elementos del completo despliegue de la sexualidad están aquí: una misteriosa y penetrante sexualidad de la mayor importancia reside en alguna parte y en cada parte en el cuerpo; ésta misteriosa presencia fue la que llevó al cuerpo de la mujer hacia los discursos analíticos de la medicina; a través de éstos discursos médicos, ambos, la identidad personal de la mujer y el futuro de la salud de la población están vinculados en un espacio común de conocimiento, de poder y de la materialidad del cuerpo.

            Segundo, una pedagogización de la sexualidad de los niños. Las tácticas empleadas en la lucha contra la masturbación, ofrece un ejemplo de la proliferación del Bio-poder como producción, no restricción de un discurso. Éste discurso fue construído sobre la creencia de que todos los niños están dotados con una sexualidad la cual es a la vez natural y peligrosa. Consecuentemente, el individuo y los intereses colectivos, ambos, convergieron en esforzarsen para hacersen cargo de este ambiguo potencial. El onanismo infantil era tratado como una epidemia. “Lo que en realidad conllevó, a través de esta total campaña secular que movilizo el mundo de los adultos alrededor del sexo de los niños, fue usar estos tenues placeres como un apoyo, constituyendolos como secretos (que es, forzarlos a una ocultación tanto como para hacer posible su descubrimiento).”[8] Detallada vigilancia, técnicas de control, innumerables trampas, interminable moralización, insistencia de una incesante vigilancia, continua incitación a la culpa, arquitectónica reconstrucción, honor familiar, el avance médico fue todo movilizado en una campaña condenada al fracazo desde el comienzo–si sus objetivos eran en efecto, la eradicación de la masturbación. Sin embargo, si esa campaña es leída como la producción de poder y no como una restricción de la sexualidad, ésto sucedió admirablemente: siempre relevado sobre esta base, el poder avanzó, multiplicando sus impulsos y sus efectos, mientras su objetivo se expandía, subdividia y bifurcaba, penetrando mucho más allá de la realidad en el mismo ritmo.”[9]

            Tercero, una socialización del comportamiento procreativo. En ésta estrategia, a la pareja conyugal le fueron dados a ambos responsabilidades médicas y sociales. La pareja ante los ojos del Estado, ahora tenía una obligación en el cuerpo político; ellos deberían protegersen de las influencias patológicas que un descuido de la sexualidad podría incrementar o limitar (o revigorizar) la población para una cuidadosa atención para la regulación de la procreación. Enfermedades o fallas en la vigilancia sexual de la pareja, podrían ser fácilmente detectados, ésto estuvo sujetado en la producción de perversos sexuales y mutantes genéticos. Las fallas en los controles de los cuidados de la sexualidad podían conducirlos a un declive peligroso de la salud para ambos, el nucleo familiar individual y el cuerpo social. A finales del siglo XIX, “una total práctica social, la cual tomó la exasperante pero coherente forma de un Estado-dirigido racista, que equipó la tecnología del sexo con un formidable poder y consecuencias muy claras.”[10]

            Los movimientos eugénicos, pueden ser ciertamente entendidos en esta óptica. Sin embargo, no todas las ciencias que surgieron de esta relación con la sexualidad humana, tomaron éste rol de controladores biológicos. Foucault señala que particularmente en sus primeros días, cualquiera de sus principales normalizaciones posteriormente, el psicoanálisis demostró una persistente y valerosa resistencia a todas las teorías de la degeneración hereditaria. De todas las tecnologías médicas desarrolladas para la normalización del sexo, ésta fue la única que vigorosamente resistió a este biologismo.

            Cuarto, una psiquiatrización de los placeres perversos. A finales del siglo XIX el sexo había sido separado, o, en la lectura de Foucault, construído como un instinto. Éste instintivo impulso, se esperaba, funcionara sobre ambos niveles, el biológico y el psicológico. Éste podría ser pervertido, distorcionado, invertido y desvirtuado; éste podía también funcionar naturalmenten en una forma sana.

En cada caso, el instinto sexual y la naturaleza del individuo fueron intimamente conectados. La ciencia –ciencia sexual– construyó un vasto ezquema de anomalías, de perversiones, de especies de sexualidades deformadas.

Los psiquiátras a finales del siglo fueron particularmente diestros en esta clase de juegos. “Allí hubo…mixoscopófilos, ginecomástas, presbiófilos, sexo-estéticos invertidos, y mujeres dispareunístas.”[11]

Estableciendo estas especies sobre una base científica, la especificación y detalle de los individuos, fue supuestamente, enormemente facilitada. Un completo nuevo campo fue abierto para las crónicas detalladas y las regulaciones de la vida individual.

Para los psiquiátras, la sexualidad penetró cada aspecto de la vida de las personas; por lo tanto cada aspecto de sus vidas debía ser conocido. Mientras que “la sodomía había sido una aberración temporal, la homosexualidad era ahora unas especies.”[12] Lo que había sido un campo de actos prohibídos ahora se dirigía hacia unos síntomas de un significado mezclado de biología y acción. Otra vez, “la maquinaria del poder está centrada sobre ésta totalidad de fuerzas extrañas que no alcanzan a contenerlo, pero más bien le dan una analítica, visible y permanente realidad.”[13] Toda conducta podía ahora ser clasificada siempre a través de una medida de normalización y patologización de éstos misteriosos instintos sexuales. Una vez más un diagnóstico de la perversión fue científicamente establecido, tecnologías correctoras –por el bien del individuo y de la sociedad– podían y debían ser aplicadas. Una integramente nueva “ortopedia” del sexo encontró sus justificaciones. Así, como en las otras tres estrategias, el cuerpo, la nueva ciencia sexual, y la solicitud de la regulación y la vigilancia fueron conectadas.

Ellas fueron traídas juntas en un grupo por la convicción de una profunda, omnipresente, y, significante sexualidad la cual impregnaba cada cosa que tuviera contacto con ella–lo cual fue en la mayoría de las cosas.

            Todas estas estrategias condujeron a un curioso vínculo de placer y poder. Como el cuerpo fue el lugar de la sexualidad y la sexualidad no podía ser por más tiempo ignorada, la ciencia fue impulsada a conocer en los más mínimos detalles todo acerca de los biológicos y psíquicos secretos en los cuales el cuerpo participaba. El resultado fue, ciertamente, un avance científico, pero también “una sensualización del poder y un aumento del placer.” Al avance científico le fue dada una creciente motivación, una oculta estimulación, que se convirtió en su propio placer intrínseco. La examinación, la principal técnica de éstos nuevos procedimientos, fue la ocasión para poner un subrayado discurso sexual en una aceptable terminología médica. Desde que el problema médico fue ocultado, la examinación… requería de la confesión de los pacientes. Ésto “presuponía proximidades…requería un intercambio de discursos, a través de preguntas directas que forzaban confesiones y confidencias que fueron más allá de las cuestiones preguntadas.”[14] Además, la persona examinada fue también investida en una específica forma de placer: toda ésta cuidadosa atención, ésta acariciadora extorsión de los más íntimos detalles, éstas exploraciones presionadas.” La examinación médica, la investigación psiquiátrica, el reporte pedagógico, y los controles de la familia podían tener el total y aparente objetivo de decir no a toda obstinada o improductiva sexualidad, pero el hecho es que ellas funcionaron como mecanismos con un doble estimulo: Placer y Poder.”[15] La penetración del poder médico y el placer de evasión de los pacientes sedujeron a ambas partes.

TECNOLOGÍA CONFESIONAL

        Para Foucault la examinación médica del siglo XIX, como otras formas de circunscripción a la confesión, descubrió a los personajes de autoridad las más profundas fantasías sexuales y prácticas de los individuos. Por otra parte, el individuo fue persuadido que a través de una semejante confesión, era posible conocerse a si mismo. El sexo fue únicamnete uno, aunque el mayor, de los temas de ésta producción confesional la cual se ha incrementado en le ámbito desde el siglo XIX. “La confesión ha extendido sus efecto por todas partes. Ésta representó una parte en justicia, medicina, educación, las relaciones de familia y las relaciones amorosas, en los más ordinarios asuntos de la vida diaria; y en los más solemnes ritos; unos confiesan un crimen, los otros pecados, otros pensamientos y deseos, otros enfermedades y problemas…uno se confiesa a sí mismo, en el placer y en el dolor, cosas que podrían ser imposible decirlas a cualquier otro, las cosas que las personas escriben acerca de los libros…el hombre Occidental se ha convertido un hombre de confesionario.”[16]

            Foucault ve la confesión, y especialmente la confesión acerca de la sexualidad, como un central componente en la expansión de las tecnologías para la disciplina y el control de los cuerpos, poblaciones y de la sociedad misma. Como genealogista él quiere explorar la historia de la confesión, sus vínculos con la religión, el poder político, las ciencias médicas. En el volumen número I de “La historia de la Sexualidad” él contrasta esas culturas en las cuales se busca saber acerca del sexo a través de las artes eróticas y de nuestra propia cultura, la cual emplea una ciencia del sexo. En los próximos volúmenes se analizará la evolución de la confesión, las técnicas particulares y los tipos de discursos usados por los Griegos, los Romanos, los Primeros Cristianos, y la Reforma. En ésta “historia del presente,” el objetivo no es descubrir el momento en el cual la confesión, y especialmente la confesión acerca de la sexualidad, surge abiertamente como una tecnología del yo, sino más bien para entender ésta tecnología del yo –el particular tipo de discurso, las técnicas particulares las cuales supuestamente revelan lo más profundo de nosotros mismos. Ésto era una propuesta tan atractiva que nos enredo en unas relaciones de poder las cuales son tan difíciles de ver como de romper. Al menos en el Occidente, incluso los más privados examenes de conciencia están relacionados con los poderosos sistemas de control externo: ciencias y pseudo-ciencias, religiones y doctrinas morales. La cultura del deseo conoce la verdad acerca de uno mismo, incitando el decir la verdad; en confesión tras confesión para uno mismo y para los otros, ésta “mise en discours” ha localizado al individuo en una red de relaciones de poder con aquellos quienes pretenden ser capaces de extraer la verdad de éstas confesiones a través de sus controles de las claves de interpretación

            En el volumen I de la “Historia de la Sexualidad,” Foucault está específicamente interesado en el papel de las ciencias en ésta interacción de la confesión, la verdad, y, el poder. Para uno, las normas científicas, y un discurso de análisis científico imparcial (particularmente el discurso médico) se ha vuelto tan dominante en la sociedad Occidental que ellos parecen casi sagrados. Además, a través de la expansión de los métodos de la ciencia, el individuo se ha vuelto un objeto de conocimiento, a la vez para sí mismo y para otros, un objeto quien ha aprendido a efectuar cambios sobre sí mismo. Éstas son las técnicas con las cuales está atado en el discurso científico y en las tecnologías del yo.

            Claramente, éste proceso es similar a las tecnologías disciplinarias en las cuales una autoridad efectua cambios sobre “dóciles y mudos cuerpos.” Una clara diferencia es que el sujeto moderno no es mudo; el tiene que hablar.

Foucault está ahora buscando demostrar la relación entre éstos dos tipos de tecnologías, para mostrar como ellas están integradas dentro de estructuras complejas de dominación. De nuevo, para Foucaulr el poder no es estrictamente violencia, o pura coherción, sino la interacción de técnicas disciplinarias y las menos evidentes tecnologías del yo. La tarea del genealogista del sujeto moderno es separar los componentes constituyentes y analizar la interacción de éstos componentes.

            La clave para la tecnologia del yo es la creencia que uno puede, con la ayuda de expertos, decir la verdad acerca de uno mismo. Éste es un dogma central no sólamente en las ciencias de la psiquiatría y la medicina, sino también en las leyes, en la educación, en el amor. La convicción de que la verdad puede ser descubierta a través de la auto-examinación de la conciencia y de la confesión de sus pensamientos y actos ahora parece tan natural, tan apremiante, ciertamente tan evidente, que parece irrazonable postular que tal auto-examinación es un central componente en una estrategia de poder. Ésta impropiedad descansa sobre nuestro sistema de “la hipotesis represiva,” si la verdad es inherentemente opuesta al poder, entonces su descubrimiento podría llevarnos sobre el camino de la liberación.

            Ésta convicción de que la confesión revela la verdad encuentra su más poderosa expresión en nuestra atención de la sexualidad: la creencia en que el cuerpo y sus deseos, vistos a través de un prisma de interpretación, es la forma más profunda de interpretación de la verdad acerca de un individuo en particular y acerca de los seres humanos en general.

Desde la penitencia Cristiana hasta el día de hoy, los deseos del cuerpo han mantenido una posición central en la confesión. Comenzando en la Edad Media, luego durante la Reforma, y continuando en el presente día, el lenguaje y las técnicas empleadas en la confesión religiosa se han vuelto más refinadas y sus alcances se han ampliado cada vez más. Foucault analizará la larga y compleja evolución de la confesión en la iglesia en los siguientes volumenes de la “Historia de la Sexualidad.” Por ahora, es suficiente decir que el caracterizó esa evolución como un imperativo general para transformar cada deseo del cuerpo y del alma en un discurso. “La pastoral cristiana prescribió como oficio fundamental, la tares de pasar todas las cosas que se han hecho con el sexo a través de la interminable fábrica de discursos.”[17] El individuo fue incitado a producir una proliferante oración sobre el estado de su alma y la lujuria de su cuerpo. Ésta oración fue sacada y luego juzgada por el delegado representante de la autoridad, “el cura.”

            Ambos, la cantidad y la claridad de éste incitamiento a la confesión han florecido. Foucault toma el ejemplo de la orden dada a los Cristianos a comienzos del siglo XIII que ellos debían confesar todo acerca de sus pecados al menos una vez al año; las cosas han cambiado considerablemente desde luego. Él también nos muestra que el campo y el escenario de la confesión se han expandido. A comienzos del siglo XVI las técnicas de la confesión se desataron ellas mismas desde un contexto puramente religioso y comienzan a ser aplicadas en otros dominios, primero en la pedagogía, luego en las prisiones y en otras instituciones de confinamiento, y más tarde, en el siglo XIX, en la medicina. Los detalles de ésta extensión de la confesión, se encuentran en los posteriores volúmenes de Foucault, pero la tendencia que él ésta describiendo es suficientemente clara. Desde sus orígenes cristianos, la confesión se vuelve una general tecnología. A través de ésta, el más meticuloso e individual placer, los mínimos movimientos del alma podían ser importunados, conocidos, medidos y regulados. Desde la preocupación cristiana por el sexo viene la presuposición de que el sexo es importante y que los pensamientos sexuales también como las acciones deben ser confesadas para aprender acerca del estado del alma del individuo. El principal movimiento próximo al lugar de la confesión, y especialmente la confesión sexual, en un poderoso vínculo ocurrió en el siglo XIX, cuando el individuo fue persuadido a confesar a otras autoridades, particularmente a los médicos, psiquiátras, y, a los científicos sociales.

            Sin embargo, Foucault no esta afirmando que un interés en el sexo es necesariamente alcanzado en las tecnologías del yo y las relaciones de poder.

Allí han habido dos métodos estrechamente difundidos relacionados con el sexo: el arte erótica, la “ars erotica,” y una ciencia del sexo “scientia sexualis.” En las grandes civilizaciones, excepto la nuestra propia, el sexo es tratado como una “ars erotica” en la cual “la verdad es dibujada desde el placer por si mismo, entendida como una práctica y acumulada como una experiencia.”[18] El placer es su propia finalidad. Éste no está subordinado a una utilidad, ni a una moralidad y ciertamente, tampoco a una verdad científica. Tampoco la sexualidad es una clave para el individuo mismo, sino más bien un campo de prácticas y una doctrina esotérica en la cual un maestro enseña a un iniciado.

Éstos rituales prometen “una absoluta dominación del cuerpo, una gloria singular, un olvido del tiempo y sus límites, el elixir de la vida, el exilio de la muerte y sus amenazas.”[19]

            El Occidente ha seguido otros caminos, éste de la ciencia de la sexualidad. Su centro no es la intensificación del placer, pero si el riguroso análisis de cada pensamiento y acción que éste relacionado con el placer. Ésta exhaustiva articulación de deseos ha producido un conocimiento el cual supuestamente contiene la clave de la salud mental y física del individuo y el bienestar social. La finalidad de éste analítico conocimiento tampoco es la utilidad, la moral o la verdad.

            En el siglo XIX el discurso sobre la sexualidad se intersectó con las modernas ciencias del hombre. Gradualmente un “gran archivo del placer” fue constituído. La medicina, la psiquiatría y la pedagogía llevaron el deseo hacia un sistemático discurso científico. Sistemas de clasificación fueron elaborados, vastas descripciones escrupulosamente confrontadas, y una ciencia confesional, una práctica con ocultas e inmensionables cosas, vinó hacia el ser. El problema para los científicos sexuales fue como controlar la profusión desde abajo. Allí no hubo dificultades al parecer en la producción de una explosión discursiva. El problema era organizarlo dentro de una ciencia.

            Focault hace una importante distinción en este punto. Él remarcó que las ciencias médicas de la sexualidad fueron derivadas de las ciencias de la biología. Las ciencias de la biología fueron marcadas por un “débil contenido desde el punto de vista de la racionalidad, para no mencionar la cientificidad, desde las cuales ellas ganaron un lugar aparte en la historia del conocimiento.”[20]

Ésta confusión de disciplinas conformaron un muy diferente campo de criterios, que aquellas que funcionaban en la biología de la reproducción, las cuales siguieron un más regular curso de desarrollo científico. La medicina del sexo quedó estancada en los aspectos prácticos y políticos. Éstos discursos médicos sobre la sexualidad, aprovecharon los avances de la biología como una cubierta, como un medio de legitimación. Sinembargo, allí hubo muy pocas interpretaciones conceptuales: “Ésto es como si una resistencia fundamental bloqueara el desarrollo de una racionalmente forma discursiva concerniente al sexo humano, sus correlaciones y efectos. Una disparidad de esta clase podría indicar que el objetivo de tales discursos, no eran para aclarar la verdad, sino para prevenir su gran crisis.”[21]

            Foucault en algunos momentos parece –y sus críticos lo mal interpretan a él aquí– como si su intención fuera ubicar a las ciencias como un mero producto del poder. Ésto es falso. Más bien, su objetivo ha sido constantemente separar las interconexiones del conocimiento y el poder. A lo largo de su intelectual itinerario han sido esas “pseudo-ciencias” o “cercanas ciencias” –fundamentalmente las ciencias humanas– las cuales él ha elegido como su objeto de estudio. Otro, particularmente George Canguilhem y Gaston Bachelar, han dedicado su atención a las “exitosas” ciencias.

Foucault escogió otro objeto de estudio, esos discursos los cuales reclaman ser de avanzada, bajo la pancarta de legítima ciencia, han quedado en efecto íntimamente enredados con las micro-prácticas del poder.

            Los discursos médicos sobre la sexualidad en el siglo XIX, son un perfecto ejemplo de tales pseudo-ciencias. Foucault está analizando las vías en las cuales los practicantes, vincularon un discurso de verdad, con prácticas de poder a través de su objeto de estudio: el sexo. “La verdad sobre el sexo, fue una cosa fundamental; util, o, peligrosa, preciosa o, formidable: en resumen…el sexo fue constituído como un problema acerca de la verdad.”[22] El sexo es el pretendido objeto, el cual unifica nuestras modernas discusiones, haciéndolas posiblemente un conjunto unido de elementos anatómicos, funciones biológicas, comportamientos, sensaciones, conocimientos y, placeres. Sin ésta profunda, oculta y significante “alguna cosa,” todos éstos discursos podrían volar en diferentes direcciones. O más exactamente y éste es el punto crucial de los arguementos de Foucault, ellos no podrían haber sido producidos en cualquier cosa parecida en sus formas corrientes. Desde el siglo XIX, el sexo ha sido el principio causal oculto, el omnipotente significado, el secreto para ser descubierto donde sea. “Éste es el nombre que podemos darle a una histórica construcción; no una furtiva realidad que es difícil de agarrar, sino una gran red superficial en la cual la estimulación de los cuerpos, la intensificación de los placeres, el incitamiento al discurso, la formación de especiales conocimientos, el reforzamiento de controles y resistencias, están vinculadas a otros, en acuerdo con un poco de estrategias especiales de poder y conocimiento.[23]  

            El sexo es la ficción histórica, la cual provée el vínculo entre las ciencias biológicas y las normativas prácticas del Bio-poder. Cuando el sexo fue categorizado esencialmente como una función natural que podía ser disoperante, de ésto se derivó que éste impulso tenía que ser contenido, controlado y cambiado. Siendo natural, el sexo era supuestamente externo al poder. Pero, Foucault se opone, es exactamente la éxitosa construcción cultural del sexo como una fuerza biológica, la cual le permitió vincularla con las prácticas del Bio-poder. “El sexo es el más especulativo, el más ideal, y, el más interno elemento en un despliegue de la sexualidad organizada por el poder en su control sobre el cuerpo y su materialidad, sus fuerzas, emergencias, sensaciones y placeres.”[24]

 

LAS SUJETIVADAS CIENCIAS SOCIALES

        En la discusión de las tecnologías disciplinarias, nosotros hemos visto una serie de ciencias sociales objetivadas, las cuales emergieron con el desarrolllo de las disciplinas. En una forma similar, un estrecho conjunto de ciencias interpretativas surgieron con el desarrollo de la tecnología confesional. Los objetivos y las técnicas de éstas dos clases de ciencias son bastantes distintas. La construcción del sexo como el más profundo y fundamental significado, y de la sexualidad como una red de conceptos y prácticas, está asociada con –hechos, necesidades– una serie de métodos y procedimientos subjetivados para interpretar las confesiones, más que un objetivo campo de procedimientos para controlar los cuerpos

            La examinación y confesión son la principal tecnología para la subjetivación de las ciencias. Fue a través de los métodos clínicos de examinación y escucha que la sexualidad se volvió un campo de significación y de desarrollo tecnológico específico. En oposición a otras formas de examinación médica, las cuales continuaron en un paralelo pero separado desarrollo de la ciencia médica, ciertamente el siglo XIX de la médica y psiquiátrica examinación requirió de la palabra del sujeto y una debidamente reconocida autoridad para interpretar lo que el sujeto decia. Desde aquí, en una fundamental vía, éstos procedimientos fueron hermenéuticos.

            El primer requisito fue un cambio local par al aconfesión. En un espacio clínico el doctor podía combinar las discusiones de la confesión con las técnicas de examinación. Éstas técnicas, como vimos anteriormente, ya han producido resultados sobre el lado del “objeto”. La tarea, era ahora, elaborar procedimientos de examinación los cuales podrían controlar y calificar el significado del discurso de los sujetos. Mientras las intervenciones efectuadas sobre los mudos y dóciles cuerpos fueran esencialmente correctivas, las intervenciones sobre el lado del sujeto eran esencialmente terapéuticas. La sexualdiad ahora era una cuestión médica: “Hablando a tiempo, en la parte apropiada y por la persona que era a la vez el escuchador de ésto, y por la única responsable de ésto, la verdad sanaba.”[25]

            Sinembargo, hubo dilemas teóricos acerca de que hacer con éstas técnicas de las confesiones: Cómo podía uno tratar el material obtenido a través de la introspección? Qué clase de evidencia proveía ésta experiencia? Cómo hacer uno para tratar la conciencia como el objeto de investigación empírica? En síntesis, era una ciencia del sujeto posible? Planteado en los términos de Foucault, “puede uno articular la producción de la verdad, de acuerdo a los viejos modelos jurídico-religiosos de la confesión y de la extorsión de la evidencia confesional, de acuerdo a las reglas del discurso científico?”[26] Cómo podrían todos éstos relatos, ser incorporados dentro de una ciencia, incluso una bastarda más?

            La necesidad de crear una estructura científica para explicar el sexo, alternativamente significaba que únicamente la experiencia científica, no el sujeto individual, podía entender que estaban diciendo. En el paradigma de la confesión, cuanto más el sujeto habla (o está forzado a hablar), tanto más la ciencia sabe; cuanto más el campo de la legítima examinación de la conciencia crece, muchísimo más se amplía la red de la tecnología confesional. Como éste poder se extiende, se hace claro que el sujeto por sí mismo no puede ser el árbitro final de su propio discurso. Desde que el sexo fue el secreto, al sujeto por sí mismo no le fue simplemente ocultado a causa de la reserva, moralismo o temor; el sujeto no supó y no podía saber los secretos de su propia sexualidad.

            El significado de la sexualidad, concentrado en el espacio de la clínica, finalmente podía únicamente ser traído a su mayor importancia por una actividad forzada por otro. El clínico, a quien él le escuchaba éste discurso, tenía la necesidad de descifrarlo. El Otro se volvió un  especialista del significante. Él se convirtió un adepto en el arte de la interpretación. El que escuchó se volvió un “maestro de la verdad”. Lo que ha sido originalmente un crítico, moralizante papel, fue transformado en una analítica, hermenéutica más. “En cuanto a la confesión, su poder no solamente fue requerido antes que ésta fuera hecha, o para decidir lo que había a continuación, sino también para constituir un discurso de la verdad sobre la base de sus desciframientos, y haciendo de la sexualidad algo para ser interpretado, el siglo XIX, le dió a ella misma la posibilidad de encausar los procedimientos de la confesión para funcionar dentro de la regular formación de un discurso científico.”[27] Hermenéutica, –esa disciplina la cual se ocupa de los profundos significados, significados necesariamente ocultados desde el sujeto, pero sinembargo accesibles a la interpretación– ahora ocupó un polo de las ciencias del hombre.

            Para Foucault, el desarrollo moderno de éstas ciencias hermenéuticas, pasaron, grosso modo, a través de dos fases. En la primera, el sujeto era capaz, a través de la confesión, de poner sus deseos en un apropiado discurso. El oyente provocó, juzgó o consoló al sujeto, pero la esencial intelegibilidad del discurso era todavía accesible, al menos al principio, para el sujeto mismo. Foucault da el ejemplo de un psiquiátra de mediados del siglo XIX, Luria, quien utilizó los baños de agua frios; no sólamente las confesiones de los locos, sino también el propio reconocimiento como locos de los pacientes, fue la esencial dimensión para la cura. En la segunda fase, más o menos contemporánea con Freud, el sujeto ya no era capaz de hacer sus deseos completamente intelegibles para sí mismo, aunque todavía tenía que confesarlos en sus discursos. Su esencial significado fue ocultado desde él, tampoco a causa de su naturaleza inconsciente o a causa de la profunda obscuridad corporal la cual únicamente un especialista podría interpretar. El subjeto ahora necesitaba un Otro interpretador, para escuchar a su discurso y también para elaborarlo, para dominarlo. No obstante, a pesar de éste fundamental desvio, el sujeto todavía tenía que agradecer, y así establecer para sí mismo, la verdad de su experta interpretación. Individualidad, discursividad, verdad y coherción le fueron dadas una común localización.

            La interpretación y el sujeto moderno se relacionan mutuamente. Las ciencias interpretativas proceden de la suposición de que hay una profunda verdad la cual es en ambos casos conocida y ocultada. Éste es el trabajo de la interpretación, extraer ésta verdad del discurso. Éste es obviamente “no” para decir que todo lo de las ciencias interpretativas pueden ser consideradas por ésta esquemática relación de tecnología confesional en el despliegue de la sexualidad. Así como Foucault no demandó que el papel de las objetivas ciencias sociales fuera un simple reflejo de las prisiones, de la misma manera él no redujo las artes y las ciencias de la interpretación, las cuales tuvieron un tan predominante papel, en el pensamiento del siglo XIX y XX de la examinación psiquiatríca. Podría ser una importante y remuneradora tarea analizar el crecimiento de otras prácticas interpretativas y mostrar sus relaciones y diferencias de aquellas que ha hablado Foucault. (Uno únicamente piensa en la inesperada importancia dada a la participante observación en antropología aproximadamente en el mismo período. Pero uno no puede simplemente transferir el esquema de Foucault.).

            Sinembargo, parte del poder de éstas ciencias interpretativas, es que ellas reclaman ser capaces de revelar la verdad acerca de nuestra psiquís, nuestra cultura, nuestra sociedad –verdad que puede únicamente ser entendida por expertos interpretadores.

Foucault termina “La Historia de la Sexualidad” diciendo: “Lo irónico de éste despliegue está en tenernos en la creencia de que nuestra liberación está en el balance.”[28] Mientras las ciencias de la interpretación continúan buscando por una verdad profunda, ésto es, practicar una hermenéutica de la sospecha, mientras ellas proceden sobre la presunción de que éste es el Gran Interpretador, quien ha privilegiado el acceso al significado, mientras insisten que las verdades que ellas descubren están afuera de la esfera de poder, éstas ciencias parecen condenadas a contribuir a las estrategias del poder. Ellas reclaman una privilegiada externalidad, pero ellas actualmente son parte de el despliegue del poder.

            Hay un sorprendente paralelo aquí entre los metodológicos problemas surgidos por el estudio hermenéutico del sujeto y lo que podría-ser objetivo y las ciencias sociales. En ambos casos nosotros encontramos una “superficial” clase de ciencia social la cual toma a los seres humanos indiscriminadamente, simplemente como sujetos o como objetos, y estudia sus propias interpretaciones o sus objetivas propiedades como si estas dieran al investigador acceso a lo que estaba ocurriendo realmente en el mundo social. En ambos casos también, hay una crítica perspectiva la cual señala que uno no puede tomar en cuenta el valor superficial de los sujetos justificando de que su comportamiento significa, o la justificación objetiva de los científicos sociales sobre el mundo social. Una reflexión crítica consecuentemente lleva, por un lado, a una profunda interpretación del sujeto el cual intenta obtener lo que su comportamiento realmente significa, un significado desconocido para él; y en el otro lado, el intento de desarrollar una teoría objetiva de la formación de prácticas históricas con las cuales se hizó la objetivación y la teoría posibles.

            En ambos casos, este intento de salvar las subjetivas y objetivas ciencias sociales, yendo a lo “más profundo” conlleva a problemas. Como Nietzsche y Foucault han señalado, el gran proyecto de encontrar un significado profundo, subrayando apariencias, puede por sí mismo ser una ilusión, por la sencilla razón de que se piensa que se está captando todo lo que está realmente ocurriendo. La hermenéutica de la sospecha tiene la preocupante sospecha de que no se ha estado sospechando suficientemente. Las objetivas ciencias sociales, en la medida en que ellas quieren tener una teoría del todo, se refieren al problema de que el significado de las prácticas que ellas estudian parecen ser parte de la historia total, pero fallan por fuera de su dominio. Ésto les obliga a tratar los puntos de vista de los actores, y, más importante, el significado de la formación de las prácticas de ellas mismas, como si ellas fueran objetivamente entendibles. Ésto lleva a la programática afirmación de que todo éste “significado” podría ser tomado en cuenta en términos de “sistemas de creencias,” “programas genéticamente fundamentados,” o, “reglas constitutivas cuasitrascendentales.” Nosotros hemos visto en otras discusiones, como la “Arqueología” de Foucault, una de las más sofisticadas versiones de ésta tercera alternativa, falla; las otras dos alternativas (ciencia cognoscitiva y sociobiología, respectivamente) también tienen sus serios problemas.[29] No es que éstos problemas fundamentalmente metodológicos, de alguna forma, disminuyan la producción y el impacto de todas las formas de los proyectos de las ciencias sociales, pero la verdad de sus afirmaciones, no las conservan ellas permanentemente.

            Hay también, definitivamente límites para las interpretativas ciencias sociales, incluso dentro de sus propios términos, probablemente estando afuera de la matrix de poder. Las objetivas ciencias sociales no pueden contar por su propia posibilidad, legitimidad, y acceder a sus objetos porque las prácticas con las cuales se hizó la objetivación posible caen fuera de su campo de investigación. Así también, el “sujeto” de las ciencias sociales debe permanecer inestable, y no puede nunca volverse normal, a causa de que ellas se atribuyen la explicación del poder, en cada caso al significado de todos los días, o al profundo significado, mientras que aquellas que hicieron el significado y la subjetividad posibles escapan de ellas. Ambas superficiales, significado y profundo significado son producidas dentro de un particular campo de prácticas históricas y por lo tanto, pueden únicamente ser entendidas en términos de éstas prácticas.

            No obstante, las prácticas culturales, las cuales tienden hacia la objetivación no están en todo necesariamente condenadas al fracaso. Ésto nos regresa al Bio-poder.

Como nosotros hemos visto, una de las características atípicas del poder moderno es la descripción del conocimiento como externo al poder. De nuevo, “la hipótesis represiva” –La bisagra del Bio-poder– descansa sobre ésta premisa de externalidad y diferencia. Las condiciones del crecimiento de las objetivadas ciencias humanas fueron tales, que parecía que la única vía lógica para lograr una total ciencia objetiva de los seres humanos podría ser con la totalmente éxitosa producción de seres humanos como objetos. Foucault no descarta ésta posibilidad. Pero incluso si ésto fuera a ocurrir (y hay buenas razones para pensar que ésto no ocurrió y no ocurrirá) incluso entonces, tal teoría podría todavía ocultar las prácticas que han producido ésta gran realidad.

            Cada tipo de creencia social desarrolló una importante parcial idea. Los sujetos individuales en sus asuntos de cada día, hacían saber, con un apropiado y dogmático grado de precisión, lo que ellos estaban diciendo y lo que ellos estaban haciendo. Pero (y ésta es la idea de la hermenéutica de la sospecha) éste mismo comportamiento pudo tener otro significado del cual el actor está consciente. Sobre el lado objetivo, muchos aspectos de la vida social, son efectivamente, mecánicamente reglamentados, y son por lo tanto, apropiadamente tratados por las objetivas ciencias sociales. Pero –aquí éstos científicos sociales, quienes desean tener una cuenta teórica global del modelo, incluyendo la formación de las prácticas, tienen un problema– las características objetivas particulares estudiadas por las “naïve” objetivas ciencias sociales son parte de un largísimo organizado y estructurado modelo.

            Finalmente, si Foucault está en lo cierto, las grandes dificultades de las cuales están plagadas las ciencias humanas, son un rico recurso de anomalías. Lo prometedor que éstas anomalías podrían eventualmente resultar en sus procedimientos, justifican las proposiciones admitidas, extender los medios de investigación, y, las agencias del gobierno por las cuales las ciencias sociales se alimentan ellas mismas y se extienden. Como en el caso de las prisiones, sus fracasos para cumplir con sus promesas, no las desacreditan a ellas; en efecto, los fracasos por si mismos les provée los argumentos que ellos utilizan para una mayor expansión. La relación inversa entre sus avances cognoscitivos y sus éxitos sociales pueden únicamente ser entendidos cuando uno ve el papel de las ciencias sociales en nuestra sociedad y la forma en que éste juego se hizo necesario y significante por el gran desarrollo de la formación de prácticas confesionales y disciplinarias.

            Pero el paralelo entre el lado del objeto y el lado del sujeto de los relatos de Foucault paran allí. En “Vigilar y Castigar” Foucault no alarga la promesa de unas mejores objetivas ciencias sociales. Lo que él nos ofrece en “La Historia de la Sexualidad” es un ejemplo cortante de que una mejor interpretación es posible. Tomando el argumento de la construcción histórica de las ciencias interpretativas como un exponente del Bio-poder –uno en las cuales su función es construír un inexistente objeto, el sexo, el cual ellos proceden a descubrir– Foucault nos está ofreciendo una interpretación de éstos eventos los cuales no son una teoría, ni son ellos una interpretación basada sobre un profundo significado, un unificado sujeto, significación arraigada en la naturaleza, método privilegiado por el interpretador.

Si nosotros rotulamos ésta mala interpretación del método “hermenéutico,” entonces nosotros podríamos llamar a los corrientes métodos de Foucault, “analíticas interpretativas.”

La analíticas interpretativas, evitan las trampas del estructuralismo o de las hermenéuticas para proceder a analizar a los humanos con toda seriedad y fundamento, sin recurrir a la teoría o a los profundos significados ocultos. Justamente así como Foucault lo intentó en “La Arqueología del Saber,” pensar sobre el método en sus primeros trabajos y darnos una descripción teórica de la correcta forma de hacer la teoría, él ahora nos debe una descripción interpretativa de su correcta forma de interpretar. Él no nos ha dado una todavía, aunque “La Historia de la Sexualidad” y “Vigilar y Castigar” son ciertamente ejemplos de lo que tales métodos pueden producir. Mientras esperamos que Foucault produzca ésta interpretación de la interpretación, en las siguientes secciones nosotros dibujaremos los contornos de las preguntas que podrían ser confrontadas, y, la clase de posiciones que tendrán que ser articuladas.

 

                                                                                                          –Paul Rabinow

                                                                                                          –Hubert L. Dreyfus

 

[1] “The Confession of the Flesh,” p. 211. Reimpreso en Colin Gordon, ed., Power/Knowledge: Selected Interviews and Other Writings by Michel Foucault, 1972-1977. New York: Pantheon Books, 1980

[2] The History of Sexuality. Volume I: An Introduction. Traducido por Robert Hurley. New York: Vintage/Random House 1980, p. 34.

[3] Ibid, p. 3

[4] Ibid, p. 25, 26

[5] Ibid, p. 117

[6] Ibid, p. 106

[7] Ibid, p. 104

[8] Ibid, p. 43

[9] Ibid, p. 42

[10] Ibid, p. 119

[11] Ibid, p. 43

[12] Ibid, p. 43

[13] Ibid, p. 44

[14] Ibid, p. 44

[15] Ibid, p. 45

[16] Ibid, p. 59

[17] Ibid, p. 21

[18] Ibid, p. 57

[19] Ibid, p. 19

[20] Ibid, p. 54

[21] Ibid, p. 55

[22] Ibid, p. 56

[23] Ibid, p. 105,106

[24] Ibid, p. 155

[25] Ibid, p. 67

[26] Ibid, p. 64

[27] Ibid, p. 67

[28] Ibid, p. 159

[29] Para una crítica de las ciencias cognoscitivas ver H. Dreyfus, “What Computers Can’t Do” (New York: Harper and Row, 1979). Para una crítica de la sociobiología ver varios de los ensayos en “Sociobiology and Human Nature,” ed. Por Anita Silvers et al. (San Francisco: Jossey-Bass Press, 1978).

 

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