Entrevista a la Socióloga Agnes Heller.
La cultura como arte: Agnes Heller en México ¤ Entrevista realizada por Pablo Rodríguez el martes 6 de junio del 2000 en México con motivo de una visita de Heller a ese país. |
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La visita de Agnes Heller a México se debe a una pregunta formulada por Maribel Vargas a Judith Friedlander: ''¿Por qué ustedes los intelectuales hablan sólo entre ustedes mismos?". Maribel, estudiante de humanidades, es originaria de Hueyapan, Morelos, lugar al que Friedlander llegó en 1969 para concluir su trabajo doctoral Ser indio en Hueyapan. Actualmente Friedlander y Heller realizan su trabajo en la New School for Social Research de Nueva York, institución de estudios sociales basada en la libertad intelectual que se fundó en 1919 y que ha otorgado el título de doctor honoris causa a tres distinguidos escritores mexicanos: Elena Poniatowska, Carlos Fuentes y Octavio Paz. El recorrido intelectual de Agnes Heller estuvo determinado por dos equívocos históricos: la experiencia del nazismo y la del totalitarismo comunista en Hungría. Testigo de ambas formas de la intolerancia, emigró hacia América en busca de un espacio para pensar por sí misma y con la libertad que el partido le negó. Hoy la acompaña un espíritu alegre que, según ella misma confiesa, no es ni el optimismo racionalista ni el pesimismo romántico. Sus obras son numerosas, pero es reconocida sobre todo por sus estudios sobre la sociología de la vida cotidiana. Durante estos últimos meses, el pensamiento de Heller ha estado ocupado por la idea de Shakespeare como filósofo de la historia y el tema del trabajo con el que ha visitado las universidades tanto de Europa como de Estados Unidos y que origina estas líneas: ¿Necesita la democracia de una élite cultural? Crítica del gusto y élite cultural Los argumentos con los que defiende una respuesta afirmativa para esta polémica pregunta fueron escuchados en nuestro país el pasado lunes en el coloquio Educación, humanismo y posmodernidad. La sede del encuentro fue el auditorio Lauro Aguirre de la Universidad Pedagógica Nacional (unidad Ajusco) y estuvo acompañada también por Judith Friedlander, quien ofreció una brillante exposición con el título La gente buena existe, una defensa de la bondad como elección ética, como reconocimiento de la humanidad en los ojos del otro. El desarrollo del coloquio se completó con una serie de mesas sobre el pensamiento de la filósofa húngara, presentaciones de libros y una airada discusión con Enrique Dussel, quien reprochaba el supuesto eurocentrismo en Heller, que ella resuelve optando por una ética ontológica que se sitúa más allá de la relativización de los valores. Los sujetos morales no son las minorías sino los individuos que las conforman porque cada individuo es más grande que la especie y enfrenta la inquietud por la existencia en cualquier época histórica. ''Creo en la verdad", dice Heller al explicar que sólo el amor la impulsa a escribir libros de filosofía, disciplina que plantea problemas específicos a los que formula la ciencia o la religión y que por ello se justifica el estudio de las humanidades. El objetivo de su conferencia magistral fue advertirnos sobre un peligro que corrompería al que ella misma califica como el mejor sistema político, la democracia, si no contempla la importancia de este grupo de individuos que apasionadamente se interesan en el cultivo de estas ciencias humanas, el arte y -sobre todo- mantienen un sincero interés en la preservación de la actividad crítica. Heller utiliza cultura -en sentido ilustrado- como cultura del gusto. En la breve charla que con ella tuve oportunidad de sostener, defiende la idea de que ''cultura es arte y no civilización, aunque en la modernidad no siempre se haya entendido así". Su discurso observa cierta hostilidad en la modernidad hacia este sentido de cultura al considerar equivalentes a todos los gustos particulares. ''El gusto no es democrático, sino aristocrático", afirma, y siguiendo los postulados de On the standard of taste, de David Hume, reconoce la existencia de un gusto superior en el individuo que no puede ser categorizado o aplicado según leyes rígidas; es lo que vagamente llamamos ''buen gusto'' y que debe reflejar el ethos crítico de la élite cultural. Según Heller, la democracia necesita ''desesperadamente'' de esta élite, pues una sociedad que reconoce la importancia del cultivo ocioso, desinteresado y sólo aparentemente inútil de la crítica, será una sociedad dinámica, plural, culta. Ludwig Wittgenstein afirmaba que la filosofía no es una doctrina, sino una actividad. De manera análoga, podemos identificar la tesis de Heller con la crítica como actividad que nutre y mantiene en movimiento a la sociedad democrática. La élite cultural no puede impedir, sin embargo, la existencia de mercancía con fines de entretenimiento -producto de la élite ''creadora de imágenes''- porque su función no es normativa sino crítica. Grandes sumas de dinero se desperdician en una industria vacía que cae víctima de lo que Walter Benjamin llama ''la reproducción técnica de la obra de arte". La modernidad, según esta tesis, adquiere los medios para (re)producir con facilidad obras de efímera duración, encaminadas al entretenimiento y no al cultivo de las emociones del individuo. Como consecuencia de esto, el arte pierde su aura, su individualidad irrepetible. Más allá de la barbarie El capitalismo no admira la grandeza, no admira lo que tiene valor sino lo que cuesta, lo que tiene valor de cambio, la mercancía y no el arte. Por eso, creo, hoy el arte corre menos el riesgo de ser perseguido u olvidado que de ser banalizado, confundido con lo que es meramente producción con fines lucrativos y, lo que es aún peor, se olvida su cualidad espiritualmente enriquecedora, se olvida que el arte es conocimiento. La reivindicación del arte como cultura y la cultura como arte en la sociedades modernas impide la relativización que conlleva el colocar todos los gustos en un mismo nivel. Hay una diferencia de calidad en relación con el gusto que es necesario mantener en la democracia. Agnes Heller justifica la existencia de aquellos ''extraños seres en el mundo que consideran el goce de la belleza como un valor específico y digno de preservarse". En nuestra charla, ella explica la razón de esto: ''La cultura conduce al hombre fuera del estado de barbarie y el cultivo del gusto contribuye a un mejor desarrollo de los hombres y las mujeres que habitan la sociedad. La cultura es un nivel más refinado del hombre, gracias al cual experimenta un desarrollo moral."
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